Qué osadía



Justo cuando creías
haberle encontrado un
sentido a todo, te vas
a la cama esa misma noche
y al día siguiente descubres
que todo se reinició
y que tienes que empezar de nuevo.

Con cada uno de tus cachitos,
chiquitos, pequeñitos,
a intentar re ordenar tus ideas
con cinta canela de la que no pega bien.

A pretender que no te está llevando la chingada
entre sus olas de agua salada.

A darte cuenta de que tal vez
nunca te vuelvas a parar de esa cama
y que tal vez empeores
o lo que puede ser peor
que nunca mueras en ese eterno regreso.

Que no vas a ser académica de la UNAM,
que no vas a salir dragueada a la calle,
que ya no vas a poder destruir al heteropatriarcado capitalista,
que no vas a coger con nadie aunque seas la más lista,
y la lista sigue.

Y más que tu dolor actual
es el hecho de que todo es fantasía
y que nunca pasó y nunca pasara y tal vez
eso duele más que saber que
la cinta canela ya se había acabado
y estabas intentando pegar con el rollo de cartón.

De prisa voy lento, que en la lentitud de mis días
la vida se me va rápido entre las manos,
entre las sabanas apestadas y entre las nalgas.
Se me va y nunca lo tuve,
lo que tuve y no fui.

Angustia, desasociego,
a intentar pegar con el resistol blanco orgánico que almidona.
A pegarme una cachetada para sacudirme la decidía.
Decidía no hacer nada,
que ya de nada importa si no voy a ser reconocida e irreconocible
en estos huesos.

Qué pena salir así en estas fachas,
vestida de mis 41 kilos de retazo y pellejo.
Qué osadía que los skinny jeans
me luzcan como pantalón de cholo.


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