Unicornios
R ha venido a visitarme algunas veces. Sin tener algún pretexto para hacerlo, solo entra a la habitación y comienza la tertulia como si fuera hace un par de minutos que nos vimos. R me habla de muchas cosas que son muy importantes y yo le escucho. R me platica de los unicornios, de sus compañeritxs de la escuela, de las cosas que no entiende y algunas veces me explica sus teorías. -Ay, tío, ¿apoco tú no sabes que los unicornios son de colores porque comen slime con glitter? - Ay, tío, ¿apoco no sabías que el cielo es azul porque es el espejo del mar? R me explica con paciencia y se asegura que haya entendido todo. Yo escucho atento y seguido de ello le pregunto más. También le pregunto sobre sus colores favoritos, sobre sus comidas favoritas, sobre sus caricaturas favoritas y sobre sus juegos favoritos. La última vez R me contó un sueño que tuvo y seguí el mismo procedimiento de callar, escuchar y preguntarle. Pero R me interrumpió y me dijo -Ay, tío, pero tú también cuéntame qué sueñas. Me detengo a pensar unos segundos en cómo le explico que mis sueños (metafóricamente hablando de mis metas e ilusiones) se acabaron cuando me pasó todo esto y que por ahora no tengo más. Pero recordé que a su edad, a los cuatro, tenía un sueño en el que iba en un triciclo y sin más me topaba con un abismo del que nunca caía ni despertaba. R escucha con atención, se queda pensando y con ingenuidad me dice -Yo el otro día también soñé lo mismo, tío. Y esas palabras las escuché de vuelta como un zarpazo de empatía. -Pero tú también cuéntame cuales son tus colores favoritos, tus comidas favoritas, tus caricaturas favoritas y tus sueños favoritos. Y yo le enumero mi top 5 de cada una de estas categorías. R escucha con atención y cuando no conoce algo me pregunta más hasta que me aseguro que haya entendido todo. Cuando ya nos preguntamos las mismas cosas y hablamos y nos escuchamos en la misma proporción, R se va y yo me quedo agradecido de que sea la única que ignore que esté postrado en la cama y no pregunte sobre mi estado de salud. No le hace falta, pues recién llegué a casa R trajo su libro de unicornios y sus colores para jugar a pintar y de la nada me dijo -Tío, ¿verdad que diosito te cuida? Y yo le contesté -Sí, así como tú.
Comentarios
Publicar un comentario